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Recomendado por:

Susana González Marín (Dpto. de Filología Clásica e Indoeuropeo)

 

 

 

Graham Anderson

FAIRYTALE IN THE ANCIENT WORLD

London: Routledge, 2000

 

Signatura: L/Cl 292 AND fai

 

 

 

Este libro resultó una novedad en su momento porque pretendía responder a una pregunta que nunca se había formulado tan claramente: ¿Existían los cuentos de hadas infantiles que hoy conocemos en el mundo antiguo? Antes había habido ya estudios sobre la tradición clásica de los cuentos infantiles pero generalmente se limitaban a textos concretos, como la historia de Polifemo en la Odisea o el cuento de Cupido y Psique en El asno de oro. Para contestar a esta cuestión Anderson analizó un número considerable de los más conocidos cuentos de hadas tradicionales rastreando su presencia en una amplia variedad de textos antiguos, desde Aristófanes a Ovidio, desde Pausanias a Plinio el Joven, desde la épica a la novela.

En su introducción el autor apunta algunos de los problemas que surgen al tratar este objeto de investigación. Es consciente de la escasez de textos válidos conservados y esto le conduce a una reflexión necesaria sobre el carácter popular de gran parte del material, que implica su difusión en situaciones que podríamos llamar "marginales"; por ejemplo, uno de los nombres que despectivamente se les aplicaba a estas historias, fabulae aniles -cuentos de viejas-, aludía a su relación con el entorno femenino. Esta circunstancia dificultaría extraordinariamente no sólo su conservación por escrito sino también la preservación de testimonios sobre su mera existencia; y cuando éstos existen suelen tener un carácter reprobatorio, Platón o Tácito nos han dejado prueba de ello.

Tras la breve introducción los primeros capítulos se dedican a los cuentos más conocidos y populares: Cenicienta, Blancanieves, La bella y la bestia y los relatos en los que la huida del héroe es favorecida por la chica. Los siguientes capítulos presentan otros cuentos siempre agrupados por tipos: las heroínas en peligro, las muchachas devoradas (Caperucita y Barbazul) y las historias de magos y de fantasmas.

El análisis de Anderson es temático; comienza con el esquema básico de la historia tal y como aparece descrita en la clasificación que realizó el finlandés Aarne y posteriormente completó el estadounidense Thompson; también señala las variantes principales de cada cuento. Tras esta presentación inicia la búsqueda de paralelos en el mundo antiguo. Estos paralelos son de amplitud y coincidencia variables. A veces son historias cuya similitud con los cuentos que conocemos es notable. Por ejemplo, Estrabón nos habla de Rhodopis, una muchacha a la que, mientras se bañaba, un águila le arrebató una de sus sandalias y la dejó caer sobre el rey de Memfis, que envió mensajeros por todo el país para encontrar a la propietaria; cuando ésta fue descubierta fue llevada a Memfis y se convirtió en la esposa del rey. También resulta llamativa la leyenda del héroe de Temesa contada por Pausanias, donde encontramos una muchacha que no lleva una caperuza roja pero que es ofrecida en sacrificio a un fantasma representado con una piel de lobo. O el relato de Plinio el Joven sobre un filósofo que debe pasar la noche en una casa encantada.

Otras veces el contacto propuesto por el autor es más débil, se trata de un motivo o incluso de la coincidencia de un nombre, como cuando considera que una hermana de Mégara, la esposa de Heracles, llamada Pirra, nombre que tiene que ver con la palabra griega para el fuego, puede ser una candidata a precedente de Caperucita; especialmente teniendo en cuenta que Heracles tenía un enemigo llamado Lycus ("lobo") que en una tragedia de Eurípides mataba a Mégara.

Sin duda, no todos los análisis son igualmente convincentes. A lo mejor podemos creer que el autor debería atender más a cuestiones teóricas fundamentales, como el género literario o el difícil problema que constituye discernir lo popular de lo culto y lo literario en una cultura que nos ha sido transmitida gracias a la escritura. Es verdad también que a veces se echa en falta una mayor profundización en el análisis de los copiosos datos que ofrece sobre cada cuento, pero lo cierto es que esa abundancia ha descubierto un campo que se revela como inmenso y que ha abierto la vía para otros estudios. Anderson ha conseguido abrir la mente de los investigadores hacia un territorio, el mundo clásico, que ha sido lamentablemente descuidado tanto por clasicistas como por folkloristas, lo que sin duda ha perjudicado al conocimiento del cuento de hadas tradicional.

 

Susana González Marín (Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo)

 

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