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Recomendado por:

Isabel Moreno Ferrero (Dpto. de Filología Clásica e Indoeuropeo)

 

 

 

Ridley Scott (dir.)

GLADIATOR (EL GLADIADOR)

Universal Pictures, 2005

 

Signatura: L/DVD 835-836

 

 

 

El éxito de una película no depende de factores definidos o fácilmente definibles; ni la calidad de unos elementos previos (director, actores, guión...) lo garantiza, ni los fallos (de base, o en el resultado del producto) lo evitan. Tal es el caso de este film que, al cabo de unas décadas de olvido revitalizó, una vez más, el "cine de romanos".

Su director, Ridley Scott, partió de un famoso cuadro sobre los gladiadores de Jean-Léon Gérôme (1872) denominado Pollice uerso; un juego, el de los gladiadores y el circo, que para los cinéfilos de culto quedó recreado como en ninguna otra obra en la legendaria Espartaco, una reflexión amarga, poderosa y eterna sobre casi todos los temas importantes de la vida humana: el amor y el ansia de libertad, el valor y el egoísmo, la amistad y la generosidad, la maldad y la serenidad, la venganza...

En Gladiator, el espectáculo circense y, en alguna ocasión -como al inicio del film, en un buen arranque épico-, el bélico de la lucha contra los bárbaros y la masacre subsiguiente en ambos bandos, arrollan con su sangrienta exhibición todo trasfondo histórico y toda reflexión filosófica. Aquí se trata de la historia de un presunto comandante en jefe del emperador Marco Aurelio, compañero de juegos de Cómodo, convertido por la envidia de éste en un cadáver viviente: se le ha quitado la razón de su vida (han acabado con su familia) y uno de los brazos ejecutores ha sido su subordinado y amigo; le han dejado sólo con la cáscara de su valor y sus habilidades militares; con eso -más que suficiente para el dominio del mundo, como Roma (históricamente) había demostrado- y con su irrefrenable deseo de venganza por motor, se convierte primero en un asqueado "asesino" en los juegos de la provincia de África y luego, bien aconsejado por un experimentado lanista -Oliver Reed, en su último papel-, en el ídolo de la masa de Roma. Gracias a ello inclina a su favor la balanza que hasta el momento había manejado bien, en beneficio propio, el funesto Cómodo: el dominio psicológico de la masa que grita enfurecida y lo proclama como héroe supone realmente el poder; ése es el triunfo de un gladiador.

Es una película en la que el bien y el mal, típico tema de fondo de los films "de romanos", se ajusta a cotas muy individuales, casi como la propia historia (la cronológica) que le sirve de base: la historia imperial es la de sus soberanos. Los buenos, como Marco Aurelio, mueren (en la película se falsea la información de las fuentes: aquí es asesinado por su hijo) sin haber sabido llevar a buen puerto su proyecto (político y personal); y los malos, como Cómodo, pagan su culpa a manos del héroe que, sucumbiendo también, alcanza el Elíseo para reunirse con su familia hispana; un relativo éxito tras tanto sufrimiento por tanta maldad...

Merece la pena ver la película por muchas razones, entre otras para comprobar las diferencias con alguna otra del género, sobre todo con su (casi) paralela La caída del Imperio Romano: el mismo tema (el heredero al que se quiere desheredar...), los mismos personajes principales (Marco Aurelio, Cómodo y Lucila, hija y hermana de ambos emperadores), la misma época...; pero muy diferente trasfondo, problemática, reflexión y mensaje político. Y, sobre todo, muy distinta estética y muy distinto resultado. La producida por Samuel Bronston y rodada en España fue un fracaso, aunque tenga en su haber muy notables detalles en la reconstrucción artística y fílmica, y en el guión. Gladiator, que gana en decorados, extras, exteriores, atrezzo, diseños de ordenador o efectos especiales, fue un rotunto éxito: para la película, el director y el actor principal.

De profundidad, como en Espartaco, incluso de arte (estético o interpretativo), no hablamos.

 

Isabel Moreno Ferrero (Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo)

 

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